ESPARTACO, REBELDE CON CAUSA


Espartaco fue un esclavo que a punta de cuchillo se fugó junto con algunos compañeros y armó al pie del Vesubio una tropa de rebeldes, que con el tiempo fue creciendo y convirtiéndose en ejército, a base de una guerra de guerrillas que tuvo en vilo a las legiones romanas.

Y las hazañas se fueron sucediendo hasta que una mañana del 72 antes de Cristo, Roma se apareció ante sus ojos. Desde lo alto de las colinas, contempló los templos y los palacios de la más reina, la que tenía el mundo a su antojo, la que les había robado sus nombres y sus memorias, la que los había convertido en bestias de carga; pero también la más temida, la ciudad de los dioses; y Espartaco también temió, no a las legiones, a las que ya les había propinado humillantes derrotas, sino a ella, a ella por la que habían marchado tanto tiempo, a ella que ahora estaba al alcance de sus manos, y el ataque no ocurrió.

Dos años más duró la guerra, hasta que los sublevados fueron cercados en las montañas de Lucania, y fueron aniquilados por los romanos liderados por un joven militar llamado Julio César.

Cuenta la historia que cuando Espartaco se vio vencido, apoyó su cabeza en la cabeza de su caballo, su compañero de tantas batallas, y hundió un largo cuchillo en su corazón.

Los romanos alzaron cruces a lo largo de toda la vía Apia, desde Capua hasta Roma.

No está claro si Espartaco murió en combate o en la cruz, pero como haya sido no fue en vano, su hijo vivió libre.

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