“Después de Altamira, todo es decadencia.”
Pablo Picasso
Allí están, allí quedaron, para contarnos mínimamente de qué se trataba la vida allá por el Paleolítico superior. Aunque no existe un acuerdo en la datación de las distintas piezas arqueológicas encontradas ni en la datación de las pinturas, se estima que las principales figuras datan de 18000 años.
Fue el hombre actual, Homo sapiens, el que pintó las cuevas de Altamira. Los pobladores de la zona de Altamira eran tribus de cazadores-recolectores nómadas, formados por entre 20 y 30 individuos, que utilizaban los abrigos naturales o entradas de las cuevas como vivienda, pero no su interior, y hacían uso del fuego para iluminarse y para cocinar. Además, debió existir una estructura social jerarquizada que permitiese organizar partidas de caza de grandes animales, ya que de otra forma dichas presas hubieran sido innacesibles sin organización.
Las pinturas y los grabados que ellas albergan son la mayor expresión artística que se conserva de la prehistoria. Contienen pinturas polícromas, grabados, pinturas negras, rojas y ocres que representan animales, figuras antropomorfas, dibujos abstractos y no figurativos. Es importante entender que la cueva de Altamira se produjo durante miles de años y en periodos de tiempo no continuos, de ahí la acumulación de estilos y las diferencias entre ellos. La calidad de los trabajos, nos aseguran que las herramientas utilizadas, tanto para grabados como para dibujos y pinturas, eran equiparables a las de los artistas de época histórica.
Los animales representados no son un indicativo de la abundancia, sino todo lo contrario. Se trata de una manifestación del deseo de éxito y la encomendación religiosa en la cacería, el mayor sustento del hombre.
Lamentablemente, hoy no se puede visitar las auténticas cuevas. Y no por deseo del hombre, si no de la propia naturaleza, y es por el bien de las propias pinturas. De abrir las cuevas al público, los hongos y las bacterias que han colonizado sus paredes se extenderían y dañarían de manera irreversible las pinturas rupestres.
Se ha comprobado que las paredes más próximas a la entrada de la cueva han sido colonizadas por microorganismos, que aprovechan las corrientes de aire creadas por el paso de los visitantes para desplazarse y extenderse hacia el interior, como demuestra el hecho de que algunas de estas colonias ya han afectado las pinturas de la Gran Sala de los Polícromos. Además, los cambios de temperatura y de humedad provocados por la presencia humana también contribuirían a su proliferación.
El deterioro de las pinturas desembocó en un primer cierre que se llevó a cabo en 1977 y finalizó en 1982, año en que se reabrieron las cuevas con un límite de 11.000 visitantes/año, muy lejos de las 175.000 visitas de 1973.
Con las apariciones de manchas blancas —debidas a la presencia de microorganismos que proliferan con la luz— se optó por cerrar las cuevas al público de nuevo en 2002. Las listas de espera que se iniciaron ya se han completado y no se admiten más solicitudes por la imposibilidad de garantizar una visita con tan largos plazos.
A fecha de hoy no hay fecha prevista para su reapertura, si es que esta se ha de producir.
La alternativa es visitar el museo de Altamira en Cantabria, que se encuentra muy cerca de la entrada a la cueva original. El museo contiene una reproducción exacta de la cueva original realizada utilizando las últimas tecnologías.
Las Cuevas de Altamira son Patrimonio de la Humanidad desde 1985.
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