MATAHARI

"¿Una ramera?, ¡Sí!, pero una traidora, ¡Jamás!" Mata Hari

Nadie pudo resistirse a su encanto, todos sucumbieron ante su extravagante belleza.

Margaretha Geertruida nació en Holanda en 1876, en el seno de una familia acomodada que le dio una buena educación y a los 19 años la entregó en casamiento a un oficial holandés, con quien se trasladó a la Isla de Java. Allí comenzó su aventura, el contacto con la jungla, lo exótica y las danzas ancestrales del amor, despertaron en ella la pasión por la sensualidad y el erotismo.

En 1902 la relación con su esposo estaba sumamente deteriorada y, en 1903 regresan a Holanda y al poco se divorció. En 1905, con 29 años, llega a París a establecerse y se presenta como una sensual bailarina llamada MataHari (la hija del sol) y todas las salas se disputaban su belleza. Nadie dudaba de que MataHari era javanesa. Bailaba hasta el éxtasis, con giros y contorsiones que hacían palidecer a los hombres de la alta sociedad parisina. Se iba quitando la ropa poco a poco, con mucha lentitud, y, en algunas ocasiones quedaba desnuda del todo provocando el alboroto general.

Al poco tiempo Europa estaba a sus pies, Londres, Madrid y Viena, se deleitaron con ella. Al comenzar la Gran Guerra en 1914 pudo también conquistar Alemania, gracias a que Holanda era considerado un país neutral.

Fue su gran momento de esplendor. Marqueses, duques, oficiales de alto rango, gobernantes, todos querían estar con ella y la cubrían de lujo y joyas. A ninguno quiso realmente, pero de todos se aprovechó para llevar un alto nivel de vida.

Pero el contacto con tanta gente destacada y su libertad de movimientos por todo el continente en una época beligerante, terminó jugándole en contra. Nunca se comprobó fehacientemente su culpabilidad, pero los aliados la condenaron como una espía que usaba sus encantos para extraer información de altas fuentes y transmitirlas a los mandos alemanes.

El 13 de Febrero de 1917 fue detenida en París. De nada sirvieron sus pedidos de auxilio a todos aquellos que la habían amado, ninguno respondió. Fue condenada a muerte.

El 15 de Octubre de ese mismo año, un capellán acompañado de dos monjas y un oficial, ingresaron en su celda y le dieron la noticia, había llegado la hora. Se levantó, se puso sus finísimas medias de seda negra, sus zapatillas con lazos de seda, un abrigo, un sombrero de fieltro negro y el pelo recogido en trenzas.

La leyenda sostiene que la escuadra tuvo que ser vendada para no sucumbir a sus encantos. Sin embargo, son probados los hechos de que lanzó un beso de despedida a sus ejecutores y que, de los 12 soldados que constituían el pelotón de fusilamiento, algunos no pudieron apretar el gatillo, y tan sólo acertaron 4 disparos, uno de ellos en el corazón que le causó la muerte instantánea.

Todos la quisieron y se la disputaron como la joya más fina, pero finalmente todos la abandonaron.

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