Cristo con la cruz, Congonhas. |
Antonio Francisco Lisboa, más conocido como Aleijadinho (1730-1814) es para muchos uno de los mejores representantes del arte barroco latinoamericano. Hijo bastardo de un carpintero y arquitecto portugués y una esclava, nació y vivió en condiciones muy humildes.
Una de sus obras más destacadas como maestro creador es la capilla de la Ordem Terceira de São Francisco de Assis da Penitência [Orden Tercera de San Francisco de Asís de la Penitencia], en Ouro Preto. la ejecución de los púlpitos (1771-1772), el trazado y parte de la ejecución de la bóveda de aljibe de la capilla-mayor (1773-1774), las esculturas del frontispicio (1774-1775) y lavabo de la sacristía (1777-1779), ambos de piedra blanda, y el trabajo de talla del altar mayor (1790-1794).
Como en otras obras arquitectónicas del artista, el espacio, tanto exterior como interior, se caracteriza por la conjugación de elementos de contención con formas de movimiento, dando dinamismo y unidad a la composición. El vocabulario del estilo rococó aparece en la decoración exterior e interior, a través de las figuras de ángeles-niños, elementos vegetales, adornos asimétricos con conchas, lazos de cintas, entrelazados de guirnaldas esculpidos en madera y piedra blanda.
En 1796 comienza sus trabajos en el santuario de Bom Jesús dos Matosinhos [Buen Jesús de Matosinhos], en Congonhas do Campo, ejecutando las 66 figuras de los Pasos de la Pasión. En ellas la estilización gótica se muestra con toda su fuerza en las formas ovaladas de los rostros, en los pelos rizados, en las planificaciones entrecortadas y rectas de efecto trágico, como las esculturas alemanas de madera del siglo XVI. Sin embargo, pese al dramatismo del tema, el sufrimiento de Cristo tiene algo de sublime en este vía crucis de Minas Gerais, persistiendo una serenidad casi nunca interrumpida por la desesperación de la situación.
En 1800 el artista es contratado para elaborar los 12 profetas de piedra blanda para el atrio del santuario. En ellos, vuelve a un arrebato de inspiración barroca. Las esculturas se ponen de modo simétrico, pese a la construcción no simétrica de sus cuerpos, y sus gestos forman una especie de ballet, cuya coreografía se organiza según el equilibrio de contrarios y el juego de compensaciones.
A partir de entonces, Antônio Francisco pasa a trabajar cada vez menos. De sus últimos años de vida tenemos noticia de algunas obras como los altares de São João [San Juan] y Nossa Señora da Piedade [Nuestra Señora de la Piedad] (1807) y de Santa Quitéria [Santa Quiteria] y Santa Luzia [Santa Lucía] (1808-1809) para la capilla de Nossa Senhora do Carmo [Nuestra Señora del Carmen], en Ouro Preto, y el trazado de la fachada de la matriz de Tiradentes (1810).
Aproximadamente a los cuarenta años de edad, Antonio Francisco comenzó a desarrollar una enfermedad degenerativa de los miembros (no se sabe con certeza si porfiria, lepra, escorbuto, reumatismo o sífilis). Así, los movimientos y habilidades de sus manos se fueron reduciendo de forma gradual. Para poder trabajar, un ayudante le amarró las herramientas a sus propios brazos y manos. De esta anomalía en su cuerpo vino su apodo, o Aleijadinho ("el Lisiadito", en español).
Muchos trabajos del artista de Minas Gerais no tienen registros que confirmen su autoría. Esto se debe, a su condición de mulato, que lo obligaba a aceptar contratos como artesano jornalero y no como el maestro que era. Sin embargo, sus obras se reconocen fácilmente y no dejan dudas, nadie honró la belleza como él.
Una de sus obras más destacadas como maestro creador es la capilla de la Ordem Terceira de São Francisco de Assis da Penitência [Orden Tercera de San Francisco de Asís de la Penitencia], en Ouro Preto. la ejecución de los púlpitos (1771-1772), el trazado y parte de la ejecución de la bóveda de aljibe de la capilla-mayor (1773-1774), las esculturas del frontispicio (1774-1775) y lavabo de la sacristía (1777-1779), ambos de piedra blanda, y el trabajo de talla del altar mayor (1790-1794).
Como en otras obras arquitectónicas del artista, el espacio, tanto exterior como interior, se caracteriza por la conjugación de elementos de contención con formas de movimiento, dando dinamismo y unidad a la composición. El vocabulario del estilo rococó aparece en la decoración exterior e interior, a través de las figuras de ángeles-niños, elementos vegetales, adornos asimétricos con conchas, lazos de cintas, entrelazados de guirnaldas esculpidos en madera y piedra blanda.
En 1796 comienza sus trabajos en el santuario de Bom Jesús dos Matosinhos [Buen Jesús de Matosinhos], en Congonhas do Campo, ejecutando las 66 figuras de los Pasos de la Pasión. En ellas la estilización gótica se muestra con toda su fuerza en las formas ovaladas de los rostros, en los pelos rizados, en las planificaciones entrecortadas y rectas de efecto trágico, como las esculturas alemanas de madera del siglo XVI. Sin embargo, pese al dramatismo del tema, el sufrimiento de Cristo tiene algo de sublime en este vía crucis de Minas Gerais, persistiendo una serenidad casi nunca interrumpida por la desesperación de la situación.
En 1800 el artista es contratado para elaborar los 12 profetas de piedra blanda para el atrio del santuario. En ellos, vuelve a un arrebato de inspiración barroca. Las esculturas se ponen de modo simétrico, pese a la construcción no simétrica de sus cuerpos, y sus gestos forman una especie de ballet, cuya coreografía se organiza según el equilibrio de contrarios y el juego de compensaciones.
A partir de entonces, Antônio Francisco pasa a trabajar cada vez menos. De sus últimos años de vida tenemos noticia de algunas obras como los altares de São João [San Juan] y Nossa Señora da Piedade [Nuestra Señora de la Piedad] (1807) y de Santa Quitéria [Santa Quiteria] y Santa Luzia [Santa Lucía] (1808-1809) para la capilla de Nossa Senhora do Carmo [Nuestra Señora del Carmen], en Ouro Preto, y el trazado de la fachada de la matriz de Tiradentes (1810).
Aproximadamente a los cuarenta años de edad, Antonio Francisco comenzó a desarrollar una enfermedad degenerativa de los miembros (no se sabe con certeza si porfiria, lepra, escorbuto, reumatismo o sífilis). Así, los movimientos y habilidades de sus manos se fueron reduciendo de forma gradual. Para poder trabajar, un ayudante le amarró las herramientas a sus propios brazos y manos. De esta anomalía en su cuerpo vino su apodo, o Aleijadinho ("el Lisiadito", en español).
Muchos trabajos del artista de Minas Gerais no tienen registros que confirmen su autoría. Esto se debe, a su condición de mulato, que lo obligaba a aceptar contratos como artesano jornalero y no como el maestro que era. Sin embargo, sus obras se reconocen fácilmente y no dejan dudas, nadie honró la belleza como él.
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