Durante la final de la 5º Copa de Europa en la temporada 1961-62, entre el Real Madrid, campeón de España, y el campeón de Italia, el Ignis Varese, tuvo lugar un hecho sorprendente e insólito en un encuentro de basquet: un jugador lanzó la pelota contra su propio aro o canasta y logró un autodoble.
Algo semejante puede suceder accidentalmente en cualquier deporte, pero en lo inédito del acontecimiento es que la jugada fue completamente premeditada.
En aquella época los enfrentamientos se producían a doble partido, pasando a la siguiente eliminatoria el equipo con mayor suma de puntos en el global de la eliminatoria. El sorteo decidió que el primer partido se disputase en campo italiano y el partido de vuelta en la capital española.
Durante todo el primer tiempo del partido de ida, el Real Madrid mantuvo una ventaja de unos 10 puntos hasta dos minutos del final. Pero el éxito parcial no fue gratuito, ya que había perdido por cinco faltas personales a dos de sus figuras, Sevillano y Morrison, y mantenía en cancha a Emiliano, Lluis y Lolo cargados con 4 faltas personales. A falta de 27 segundos parecía que, con un marcador de 75-80, se salvaría la situación, pero 5 puntos fugaces de los italianos igualaron el encuentro a falta de 2 segundos.
En ese momento el entrenador madridista, Pedro Ferrándiz, solicitó tiempo muerto. Tenía apenas dos segundos para conseguir un punto o se jugaría una prórroga de 5 minutos más en el infierno varesino, mermados por las bajas. Entonces prefirió no arriesgar e ideó una jugada que sorprendió a todos.
Los jugadores locales bajaron a defender dispuestos para la prórroga. Lluis sacó de fondo el balón hacia Alocén, y éste anotó limpiamente… ¡Sí! ¡En su propia canasta!
Con esto se terminó el encuentro que concedió una derrota por dos puntos antes de verse abocado a una prórroga donde la derrota hubiera sido mucho más abultada dada las circunstancias, las bajas, las faltas personales acumuladas y el ambiente, pues la presión del público local se hacía sentir y el estadio era una caldera.
La estratagia dio resultado, pues en el partido de vuelta el Real Madrid venció por 83-62, superando con creces la diferencia y consagrándose campeón.
En aquella época los enfrentamientos se producían a doble partido, pasando a la siguiente eliminatoria el equipo con mayor suma de puntos en el global de la eliminatoria. El sorteo decidió que el primer partido se disputase en campo italiano y el partido de vuelta en la capital española.
Durante todo el primer tiempo del partido de ida, el Real Madrid mantuvo una ventaja de unos 10 puntos hasta dos minutos del final. Pero el éxito parcial no fue gratuito, ya que había perdido por cinco faltas personales a dos de sus figuras, Sevillano y Morrison, y mantenía en cancha a Emiliano, Lluis y Lolo cargados con 4 faltas personales. A falta de 27 segundos parecía que, con un marcador de 75-80, se salvaría la situación, pero 5 puntos fugaces de los italianos igualaron el encuentro a falta de 2 segundos.
En ese momento el entrenador madridista, Pedro Ferrándiz, solicitó tiempo muerto. Tenía apenas dos segundos para conseguir un punto o se jugaría una prórroga de 5 minutos más en el infierno varesino, mermados por las bajas. Entonces prefirió no arriesgar e ideó una jugada que sorprendió a todos.
Los jugadores locales bajaron a defender dispuestos para la prórroga. Lluis sacó de fondo el balón hacia Alocén, y éste anotó limpiamente… ¡Sí! ¡En su propia canasta!
Con esto se terminó el encuentro que concedió una derrota por dos puntos antes de verse abocado a una prórroga donde la derrota hubiera sido mucho más abultada dada las circunstancias, las bajas, las faltas personales acumuladas y el ambiente, pues la presión del público local se hacía sentir y el estadio era una caldera.
La estratagia dio resultado, pues en el partido de vuelta el Real Madrid venció por 83-62, superando con creces la diferencia y consagrándose campeón.
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