SANDINO, EL GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El intelectual fránces Henri Barbusse lo llamó «General de Hombres Libres». Augusto César Sandino fue un auténtico patriota y es hoy considerado Héroe Nacional de Nicaragua.

Su frase «No me vendo, ni me rindo. Yo quiero patria libre o morir», habla de sus valores y su convicción. Así fue que Augusto se enfrentó con quienes oprimían a su país, los gobiernos manipulados, los dictadores y a los marines estadounidenses que fueron y vinieron de sus tierras para poner las cosas en orden.

Siempre en inferioridad de condiciones, con el apoyo de los pobres, de los campesinos , de los indígenas y también de las prostitutas, combatió de igual a igual, machete en mano, con los marines armados hasta los dientes como bien los conocemos. Y no fueron pocas las palizas que se llevaron. Dándoles una guerra de guerrillas, Sandino los sorprendió más de una vez.
 
Ni aún cuando dieron comienzo a la conformación de un nuevo ejército nicaragüense, la llamada Guardia Nacional de Nicaragua, entrenado, equipado y financiado por EE. UU., y comandado por oficiales estadounidenses, pudieron con él.

A su paso, las propiedades de los estadounidenses eran destruidas, destino del que no se libraron las plantaciones de la United Fruit Company, y los colaboracionistas que eran capturados eran sumariamente ejecutados por considerarlos «traidores a la Patria».

Fue tanta la deshonra que en enero de 1933 las fuerzas estadounidenses oficialmente abandonaron el territorio nicaragüense, sin haber podido matar o capturar a su enemigo, y menos aún vencerlo.

Se dice que el mejor homenaje a la gesta libertaria de Sandino se lo hace su enemigo. En sus respectivas placas de bronce, incrustadas en la pared izquierda del Salón Histórico del Pentágono, Estados Unidos reconoce sus dos derrotas militares en el siglo XX: Nicaragua (1933) y Vietnam (1967).

Retirados los estadounidenses, Sandino y el nuevo presidente liberal, Juan Bautista Sacasa, acuerdan la paz y termina oficialmente la guerra. En este marco, el ejército sandinista entrega sus armas, pero la Guardia Nacional, quien aún no es autoridad militar reconocida como tal en la Constitución, se hace cargo de la seguridad en todo el país, lo que provoca persecusiones y abusos contra sus antiguos enemigos al estar estos desarmados. 

Sandino efectúa algunos viajes a Managua para hacer notar el incumplimiento de los acuerdos por parte de la Guardia Nacional. En esos tiempos cuando Anastasio Somoza García, a la sazón Jefe Director de la Guardia, y deseoso de hacerse con el control total del país, decide que para conseguir tales objetivos es necesario eliminar a Sandino.

Y a traición tenía que ser, el 21 de febrero de 1934 Sandino en compañía de su padre, Gregorio Sandino, el escritor Sofonías Salvatierra (ministro de Agricultura de Sacasa) y sus lugartenientes generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor acudían a una cena en La Loma (Palacio Presidencial), invitados por Sacasa.

A la salida de dicho evento el coche en el que viajaban es interceptado. Sandino, Estrada y Umanzor fueron llevados al monte llamado La Calavera en el campo de Larreynaga y allí, a las 11 de la noche, fueron ejecutados.

Al oír los disparos, Gregorio Sandino dijo:
«Ya los están matando. Siempre será verdad que el que se mete a redentor, muere crucificado».

Dos años después, Anastasio Somoza García —quien llegó a afirmar que recibió las órdenes del asesinato de Sandino del embajador estadounidense Arthur Bliss Lane—, se haría con el poder del país, derrocando para ello al presidente Sacasa, quien era su tío político.

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