Las olimpíadas que Hitler organizó en 1936 estaban preparadas para demostrar la superioridad de su raza. Pero inoportunamente apareció un atrevido aguafiestas llamado Jesse Owens, un norteamericano negro, nacido en una familia de esclavos de Alabama, que arrasó con 4 medallas de oro: 100 metros lisos, 200 metros lisos, salto de longitud y carreras de relevos de 4x100 metros.
El Führer, tuvo que aplaudir cuando ganó la primera, apenas lo saludó en la segunda, ni lo miró en la tercera, y para la cuarta, ya se había ido.
Todo el mundo festejó el acontecimiento, la democracia había humillado al racismo.
Sin embargo, de regreso a casa, Owens no recibió ninguna felicitación por parte del entonces presidente, Franklin Delano Roosevelt, que rehusó recibirlo en la Casa Blanca por temor a las reacciones de los estados del Sur (notoriamente segregacionistas) de cara a las próximas elecciones.
El Führer, tuvo que aplaudir cuando ganó la primera, apenas lo saludó en la segunda, ni lo miró en la tercera, y para la cuarta, ya se había ido.
Todo el mundo festejó el acontecimiento, la democracia había humillado al racismo.
Sin embargo, de regreso a casa, Owens no recibió ninguna felicitación por parte del entonces presidente, Franklin Delano Roosevelt, que rehusó recibirlo en la Casa Blanca por temor a las reacciones de los estados del Sur (notoriamente segregacionistas) de cara a las próximas elecciones.
El hombre volvió a su vida de siempre: subió a los autobuses por la puerta de atrás, comió en restaurantes para negros, usó baños para negros, se hospedó en hoteles para negros.
Se ganó la vida corriendo carreras contra caballos, perros, autos y motocicletas.
Cuando las piernas no le dieron más, fumó cigarrillos hasta matarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario