A lo largo de una gran parte de la Edad Media los ciudadanos de las ciudades de Oriente pertenecían a una de dos facciones, los azules o los verdes, que se sentaban en los lados opuestos del circo y alentaban a sus respectivas aurigas (vehículo ligero tirado por dos caballos).
La rivalidad entre ellos era violenta, trascendía todas las lealtades religiosas y políticas y a menudo llegaba a producir graves perturbaciones, enorme intranquilidad social y profundas consecuencias para muchos individuos cuando llegaba al poder un emperador de la facción rival.
Justiniano, emperador de Bizancio, promulgó una ley por la que se condenaba a la castración a todos aquellos que resultaran culpables de actos homosexuales. La consecuencia es que miles de hombres fueron castrados y terminaron muriendo en aquella época.
Sin embargo, el historiador Procopio de Cesárea, quizá el mejor historiador contemporáneo de los acontecimientos, se encargó de descubrir y hacernos saber la verdadera maniobra del emperador. Justiniano era un fanático de los azules, y usaba la ley como pretexto contra quienes pertenecían a la facción adversaria en el circo, los verdes.
Su esposa, la Emperatriz Teodora (una ex-actriz; hasta entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales), también empleó las leyes contra sus enemigos personales. Cuando un joven verde pronunció observaciones desfavorables acerca de ella, lo acusó de homosexual, lo hizo sacar por la fuerza de la iglesia en que se había refugiado, le infligió horribles torturas y luego lo hizo castrar sin juicio previo.
Su esposa, la Emperatriz Teodora (una ex-actriz; hasta entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales), también empleó las leyes contra sus enemigos personales. Cuando un joven verde pronunció observaciones desfavorables acerca de ella, lo acusó de homosexual, lo hizo sacar por la fuerza de la iglesia en que se había refugiado, le infligió horribles torturas y luego lo hizo castrar sin juicio previo.
La epidemia de peste que se hizo virulenta a partir del año 542, se llevó la vida de Teodora en 548. Justiniano la sobrevivió casi 20 años, para morir el 14 de noviembre de 565.
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