Edward F. Cantasano conducía su automóvil por Nueva York en diciembre de 1931 cuando un hombre imprudentemente se puso a atravesar la calle delante de su coche, y a pesar de toda su pericia, no pudo evitar atropellarlo.
El accidentado sufrió un fuerte golpe en la cabeza y se rompió dos costillas. Ingresado en el hospital, declaró ante la policía que el accidente había sido culpa suya que iba sumamente distraído, absolviendo a Cantasano de toda responsabilidad.
A pesar de esto, el conductor se interesó en repetidas ocasiones por el estado de salud del accidentado, llendo al hospital mientras éste se recuperaba, e incluso consultando a los médicos, que le explicaron que el hombre había salvado milagrosamente su vida.
Finalmente pasado un tiempo, Cantasano logró conversar con él, una vez recuperado. El hombre, de origen británico, le explicó que había sido un error propio ya que, acostumbrado a Gran Bretaña, al bajar de la acera a la calzada miró en la dirección equivocada y no se percató de que se acercaba un coche.
Cantasano pudo por fin descansar tranquilo. Un desenlace tráfico de esta historia, hubiera cambiado su vida. Lo que nunca supo Cantasano, es que posiblemente también hubiera cambiado el futuro de muchas otras vidas.
El accidentado no era otro que Winston Churchill, que años después dirigiría su país contra los nazis.
"Yendo"
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