LA MUERTE DE AUGUSTO

Cayo Julio César Octavio Augusto fue el primer emperador del Imperio Romano, y quien mantuvo el reinado más prolongado (en total, 44 años de mandato), gobernó entre 27 a. C. y 14 d. C. año de su muerte.

El reinado de Augusto sirvió para cimentar el Imperio Romano, un régimen que duraría cientos de años hasta su decadencia y caída. Muchos lo consideran el emperador más grande de Roma; sus políticas ciertamente extendieron la vida del Imperio Romano e iniciaron la Paz romana también conocida como Pax Augusta. Era inteligente, decisivo, y un político sagaz.

Se encargó de finalizar con las guerras civiles en Roma, derrotando definitivamente a las fuerzas de Marco Antonio y Cleopatra. Se crearon las primeras fuerzas policiales, de bomberos institucionalizados, y pudo también crear un ejército profesional para el Imperio Romano. Por último, uno de los legados de carácter político-militar que más durarían entre las instituciones romanas sería la Guardia Pretoriana que creó en 27 a. C.

Con las finanzas del estado como base del mantenimiento de las carreteras que atravesaban Italia, Augusto creó también un sistema oficial de correos. Además de una mejora en las comunicaciones de los ciudadanos del Imperio Romano, la mejora y ampliación de la red viaria permitió una movilidad sin precedentes del ejército romano a lo largo y ancho del Imperio.

Aunque llegó a ser el individuo más poderoso del recién creado Imperio Romano, Augusto quiso representar el espíritu de la virtud y las leyes de la República. También quiso tener relación y conexión con la plebe y los ciudadanos desfavorecidos. Para ello hizo gala de una gran generosidad a la vez que ofrecía una imagen de persona poco dada a los lujos y los excesos.

Cuenta la historia que mientras visitaba el lugar de la muerte de su padre en Nola, ya muy enfermo y contando con 76 años, sintió que su final se avecinaba.

En su último discurso en público dijo "Mirad, encontré una Roma hecha de ladrillo, y os la dejo de mármol".

Estando en su lecho de muerte, pidió un espejo, se aseó y se perfumó. Una vez que estuvo a gusto con su imagen, se reclinó en el triclinio y preguntó: "¿Os ha agradado mi forma de proceder a lo largo de mi vida?".

Por supuesto, quienes le rodeaban, entre quienes se hallaba su futuro suceror Tiberio, contestaron afirmativamente y entonces el emperador dijo: "Pues si os ha gustado mi forma de escribir la comedia de la vida, aplaudid!".

Y Augusto murió entre aplausos.

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