TOMAS DE TORQUEMADA, EL GRAN INQUISIDOR


Tomás de Torquemada (1420 – 1498), Inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV y confesor de la reina Isabel la católica, fue el principal representante de la llamada Santa Inquisición, que supuso no sólo el azote de los judíos y musulmanes en la España reconquistada, sino que, al amparo tanto de los Reyes Católicos como del oscuro poder eclesiástico, torturó, amenazó y sembró el pánico entre más de trescientos mil españoles de la época.

El cronista español de esa época, Sebastián de Olmedo, lo llamó «el martillo de los herejes, la luz de España, el salvador de su país, el honor de su orden». El nombre de Torquemada, como parte de la leyenda negra de la Inquisición española, se ha convertido en un apodo para la crueldad y el fanatismo al servicio de la religión.

Los «herejes» (cualquier persona que no comulgara con las ideas católicas) y los conversos (que se convertían en católicos para evitar la persecución) fueron los principales objetivos, pero cualquiera que osara hablar en contra de la Inquisición era considerado sospechoso. Para evitar la propagación de las «herejías», Torquemada, al igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica, en particular bibliotecas judías y árabes.

El Papa Sixto IV denunció através de una bula que "muchos verdaderos y fieles cristianos, por culpa del testimonio de enemigos, rivales, esclavos y otras personas bajas y aun menos apropiadas, sin pruebas de ninguna clase, han sido encerradas en prisiones seculares, torturadas y condenadas como herejes relapsos, privadas de sus bienes y propiedades, y entregadas al brazo secular para ser ejecutadas, con peligro de sus almas, dando un ejemplo pernicioso y causando escándalo a muchos". Pero finalmente terminó cediendo ante las presiones del rey aragonés.


Aunque la Inquisición fue creada para evitar los avances de la herejía, se ocupó también de una amplia variedad de delitos que sólo indirectamente pueden relacionarse con la heterodoxia religiosa. Sobre el total de 49.092 procesados en el período de 1560 a 1700 de los que hay registro en los archivos de la Suprema fueron juzgados los siguientes delitos: judaizantes (5.007); moriscos (11.311); luteranos (3.499); alumbrados (149); supersticiones (3.750); proposiciones heréticas (14.319); bigamia (2.790); solicitaciones (1.241); ofensas al Santo Oficio (3.954); varios (2.575).

Estos datos demuestran que no sólo fueron perseguidos por la Inquisición los cristianos nuevos (judeoconversos y moriscos) y los protestantes, sino que muchos cristianos viejos sufrieron su actividad por diferentes motivos.

El apartado de supersticiones incluye los procesos relacionados con la brujería. Bajo el rubro de «proposiciones heréticas» se incluían todos los delitos verbales, desde la blasfemia hasta afirmaciones relacionadas con las creencias religiosas, la moral sexual o el clero.
 
Como vemos, el señor Torquemada y compañía, terminaron prácticamente por decidir arbitrariamente el destino de todas las almas que habitaban el suelo español en aquellos años.

Juan Antonio Llorente, primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron quemadas más de 10.000 personas y otras 27.000 sufrieron penas infamantes.

El escritor Noah Gordon nos muestra magistralmente los padecimientos que se vivieron durante esta época en su dramática novela histórica "El último judío".

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