NUESTROS CESARES QUERIDOS

En política existe  una máxima que data de la antigüedad que dice "el César además de ser, debe parecer". Hoy en día, en la era de las zapatillas y los choripanes, este postulado continúa vigente más que nunca.

Sin embargo, todavía hay quienes se niegan a aceptar la efectividad de su práctica y se mantienen escépticos. Nosotros, los argentinos, tenemos varios ejemplos de "césares" que no la han tenido en cuenta y han expuesto sin ningún escrúpulo su falta de escrúpulos.

De las numerosas fuentes de archivos que pueden abastecernos casos ejemplares, son quizás el Honorable Congreso de la Nación y la Casa de Gobierno las más fructíferas.

Lorenzo Sigaut, Ministro de Economía del gobierno defacto de Roberto Viola allá por el año 1981, pronunció una frase que, obviamente tenía como objetivo desalentar maniobras especulativas, pero que pasó a la historia argentina como ejemplo de la poca confiabilidad de las declaraciones de los gobernantes: "el que apuesta al dolar, pierde". Pocos días después, dispuso una revaluación del dólar en un 30%, la primera de una serie de devaluaciones que tomó durante su función.

Carlos Menem,  llegó a la presidencia de la República de la mano del partido más popular de nuestro país, prometiendo a su gente todo lo que no hizo una vez que asumió el cargo. Durante su mandato se mostró jugando al fútbol, practicando golf y bailando con las más bellas modelos de nuestra tierra, mientras sus medidas económicas pulverizaban la clase media y enviaban a millones de argentinos al bando de los desocupados. Esto sin profundizar en los hechos de corrupción en los que se vió involucrado junto a sus secuaces.

El dirigente gremial Luis Barrionuevo, aún hoy en funciones, aseguró que el problema financiero de nuestro país sería solucionable si nos dejáramos de robar por lo menos un par de años. Pavada de receta, lo que no nos dejó claro es cuándo comenzaría con su plan.

El presidente Fernando de la Rúa asumió su cargo gracias a un entusiasmado electorado que depósitó en él la esperanza de un cambio luego de una escandalosa década. El hombre mostró la misma imperturbable imagen cuando asumió rodeado de vítores y banderas, que cuando dejó el gobierno escapando por los techos de la casa de gobierno, rodeado de un caos social que incluyó manifestaciones masivas, saqueos y muertes.

En el epílogo del crack económico y financiero del año 2001, el presidente provisorio y por descarte, Eduardo Duhalde, anunció enfáticamente que quien había depositado dólares en los bancos, recibirían sus dólares. El cálculo fue un tanto errático, nadie recibió ni dólares ni pesos. El efecto colateral de la enorme crisis en la que nos sumieron las malas administraciones fue que todos los argentinos perdieran sus ahorros.

No son pocos los diputados y/o senadores que no tienen vergüenza en pegarse más de un faltazo, se dice que la asistencia diaria promedio en ambos recintos es tan sólo del 65%, y muchos otros tampoco la tienen en mostrarse frente a las cámaras tomando una siesta en sus cómodos sillones durante las sesiones. Eso sí, están bien despiertos y no les tiembla el pulso a la hora de firmar un aumento en sus dietas.

También podemos citar a los muchos funcionarios que cual condotieros cambiaron de bando en más de una oportunidad, demostrando que sus intereses no siempre fueron los mismos y que la causa por la que trabajaban no estaba ligada a ningún fin patriótico. Para nombrar un ejemplo, Patricia Bullrrich ha sido una especialista en el arte de despistar al electorado.

Pero a no preparar las piedras muchachos, que estos personajes han apelado a nuestra ignorancia, a nuestra indiferencia y fundamentalmente a nuestra falta de memoria para cometer sus, llámense, pequeños deslices. Y de todo eso, somos nosotros los culpables.

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