El 2 de noviembre de 1928, a la una de la madrugada, regresaba a su casa-caravana de una noche de música. La caravana había sido llenada con flores de celuloide por su mujer, que pretendía venderlas al día siguiente. Él creyó oír un ratón y utilizó una vela para poder verlo. Un poco de cera caída sobre las altamente inflamables flores bastó para provocar un infernal incendio. El músico se envolvió en una manta para protegerse de las llamas. Tanto él como su mujer salvaron la vida, pero su mano izquierda y toda la parte derecha de su cuerpo de la rodilla a la cintura quedaron seriamente dañadas.
En un principio los doctores querían amputar su pierna, pero él se opuso. Los cuidados recibidos en una enfermería serían luego decisivos para salvarle la pierna. Estuvo dieciocho meses postrado en la cama. Al final había quedado incapacitado del cuarto y quinto dedos de la mano izquierda (que habían quedado contraídos hacia la palma de la mano debido al calor recibido por los tendones).
En un principio los doctores querían amputar su pierna, pero él se opuso. Los cuidados recibidos en una enfermería serían luego decisivos para salvarle la pierna. Estuvo dieciocho meses postrado en la cama. Al final había quedado incapacitado del cuarto y quinto dedos de la mano izquierda (que habían quedado contraídos hacia la palma de la mano debido al calor recibido por los tendones).
No obstante, gracias a su ingenio inventó un sistema de digitación para suplir su problema, sistema que influyó en cierta medida en la originalidad de su estilo. Podía usarlos en las primeras dos cuerdas de la guitarra para los acordes y las octavas, pero su completa extensión era imposible. Con todo, fue capaz de convertirse en un gigante de la guitarra únicamente con el uso del dedo índice y del dedo medio.
Dyango Reinhardt se convirtió en uno de los guitarristas de jazz más influyentes de todos los tiempos, aunque nunca supo leer música.
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