La ejecución de Ana Bolena, reina consorte de Inglaterra y esposa de Enrique VIII, había sido cuidadosamente preparada. El 19 de mayo de 1536, los soldados vinieron a recogerla a la celda en la que había sido encerrada en la Torre de Londres, a fin de llevarla a la Torre Verde, lugar donde se ejecutaba a los presos más distinguidos. Cuentan que Ana vestía elegantemente unas enaguas rojas y un vestido adasmaquinado, y que se mostraba serena y sin perder su habitual sentido del humor. Dicen que incluso bromeó diciendo que su ejecutor no tendría problemas dado que su cuello era pequeño y que “sería conocida como la reina sin cabeza”.
“He venido aquí para morir de acuerdo a la ley, y según ley se juzga que yo muera y por tanto, no diré nada contra ello. he venido aquí no para acusar a ningún hombre, sino que rezo a Dios para que guarde al rey y le dé un largo reinado…”, fueron sus últimas palabras antes de que, arrodillándose frente al verdugo, inclinara su cabeza esperando el golpe fatal.
Sus restos fueron enterrados bajo la capilla de St. Peter ad Vincula, pero ni siquiera se le puso nombre a su sepulcro, por lo que pasaron inadvertidos y desconocidos hasta mucho tiempo después cuando durante el reinado de la Reina Victoria se descubrió que esos restos eran los de Ana Bolena y se les dió el reconocimiento que como reina merecían.
Tres años antes su unión con Enrique VIII había estado envuelto en la polémica, ya que para casarse con ella, el rey inglés hubo de desafiar al Papa y a Roma a quien había solicitado una y otra vez el divorcio de su anterior esposa, Catalina de Aragón. Ante la negativa reiterada de la Iglesia, finalmente decidió separar a la iglesia de Inglaterra de la de Roma y conseguir así su deseo de divorciarse de Catalina. En 1534, la Ley de Supremacía declaraba por escrito que el Rey era el único jefe supremo en la Tierra de la Iglesia de Inglaterra.
Pero, inconstante y mujeriego como era, Enrique VIII pronto encontró una nueva amante y objeto de deseo, Jane Seymour, camarera de Ana Bolena. Una vez más, era necesario deshacerse de su esposa. Había que encontrar una razón y la misma se la dió Mark Smeaton, un músico flamenco que, bajo tortura, declaró que era amante de la reina. A su vez, acusó a Sir Henry Norris, otro cortesano, y a Sir Francis Weston, pero éstos, repetidamente defendieron su inocencia. En un último intento por conseguir pruebas más contundentes, el último detenido fue George, el propio hermano de Ana Bolena, a quien se acusó de mantener relaciones incestuosas con su propia hermana durante el último año. Todos ellos fueron juzgados en Westminter y ejecutados en la Torre de Londres el 17 de mayo de 1536. Un día después, sería Ana Bolena la juzgada con los cargos de adulterio, incesto y traición y ejecutada, entre las dudas y las grandes sospechas de que todo había sido una conjura para eliminar a la reina por parte del propio Enrique VIII.
Sólo once días después de ser ejecutada, Enrique VIII se casó con Jane Seymour.
No hay comentarios:
Publicar un comentario