Herman Webster Mudgett, también conocido como Dr. Holmes o H. H. Holmes, nacido en 1861 en Gilmanton, Estados Unidos, muy pronto manifestó hacia las mujeres, especialmente aquellas con fortuna, un interés poco corriente que lo enmarcaría como un Don Juan del crimen.
A los dieciocho años se casó con una rica joven llamada Clara Louering para pagar sus estudios de medicina, la arruinó y una vez obtenidos con lustre sus diplomas en la Universidad de Míchigan, la abandonó y se instaló en Chicago.
Parece que nuestro hombre era alto, guapo, con aire distinguido, e iba siempre elegantemente vestido, con lo cual tenía innumerables éxitos amorosos. Al llegar a su nueva ciudad no tardó en seducir a una joven millonaria llamada Myrta Belknap, se casó con ella y gracias a unas falsificaciones de escrituras, estafó 5,000 dólares a su familia política para hacerse construir una casa suntuosa en Wilmette.
Luego consiguió en las afueras de Englewood, la herencia de una farmacia propiedad de una viuda de quien se hizo su amante y hombre de confianza. A base de falsificaciones de contabilidad y de malversaciones de fondos, logró hacerse dueño de la totalidad de sus bienes y después la hizo desaparecer.
Después de varios trucos y trampas, emprendió la construcción de un hotel con aspecto de fortaleza medieval, cuya disposición interior concibió él mismo, más tarde conocido como "Holmes Castle". Cada una de las habitaciones del inmueble estaba provista de trampas y puertas correderas que daban a un laberinto de pasillos secretos desde los cuales, por unas ventanillas disimuladas en las paredes, el doctor podía observar a escondidas a sus clientes.
Disimulada bajo el entarimado, una instalación eléctrica le permitía seguir en un panel indicador instalado en su despacho el menor desplazamiento de sus futuras víctimas. Con abrir unos grifos de gas, podía asfixiar sin desplazarse a los ocupantes de algunas habitaciones.
Un montacargas y dos "toboganes" servían para hacer bajar los cadáveres a una bodega donde según los casos, eran disueltos en una cubeta de ácido sulfúrico, reducidos a polvo en un incinerador o hundidos en una cuba llena de cal viva. En una habitación llamada "el calabozo" había instalado instrumentos de tortura. Una de las máquinas instaladas llamó especialmente la atención de los periodistas: un autómata cosquillas la planta de los pies de las víctimas hasta matarlas de risa.
El hotel abrió sus puertas el primer día de mayo de 1893 y durante seis meses fue una fábrica de matar. El verdugo escogía a sus "clientas" con precaución, tenían que ser ricas, jóvenes, guapas, estar solas y para evitar las visitas inoportunas de amigos o familiares, su domicilio tenía que estar situado en un estado lo más alejado posible de Chicago.
Luego de intentar estafar a una compañía de seguros provocando un incendio en el castillo, se vio olbigado a huir y refugiarse en Texas. Allí planificó lo que sería su último crimen, Junto a un cómplice, llamado Pitizel, debía hacerse un seguro de vida en una compañía de Filadelfia. Luego se presentaría como suyo un cadáver anónimo desfigurado por un accidente. La prima que cobraría la esposa del supuestamente muerto Pitizel, sería repartida y el "muerto" iría durante algún tiempo a hacerse olvidar a Sudamérica. Sin embargo Holmes cambió de planes y mató realmente a Pitizel, evitándose la búsqueda de un cadáver desfigurado y quedándose con todo el dinero de la prima, ya que luego se deshizo también de la Sra. Pitifiel y sus hijos.
Sin embargo, un antiguo compañero de celda, Marion Hedgepeth, lo denunció y la policía realizó una investigación. Como resultado de ello, Holmes confesó la estafa a la aseguradora y los asesinatos de Pitifiel y su familia.
Ante el tribunal, Holmes admitió 27 asesinatos, pero su palabra no parece muy fiable ya que incluso confesó haber asesinado a personas que seguían con vida. Según los restos encontrados en el hotel, el número de muertes fue considerable y algunas fuentes hablan de incluso 200 asesinatos.
Fue condenado a muerte por el Tribunal de Filadelfia y acabó en la horca en mayo de 1896.
Fue condenado a muerte por el Tribunal de Filadelfia y acabó en la horca en mayo de 1896.
Así acabó la carrera criminal del Dr. Holmes, realmente un buen muchacho...
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