Después de casi 800 años de ser un territorio disputado entre Suecia, la Rusia Imperial y la República de Nóvgorod, Finlandia consiguió declararse independiente el 6 de diciembre de 1917 y en apenas un mes consiguió también el reconocimiento internacional.
El primer año de independencia fue muy duro y las revoluciones de la vecina Rusia terminaron retumbando en Finlandia, donde los socialistas –apoyados por los bolcheviques rusos– intentaron terminar con la recién conseguida independencia provocando una breve, pero intensa, guerra civil que vio su fin gracias al apoyo alemán.
La división interna de Finlandia se mantuvo más allá de la guerra civil, pero gracias a las concesiones de la derecha y de la izquierda –que únicamente buscaban reconstruir un país desolado– permitieron que en apenas 20 años Finlandia pudiera disfrutar de un placentero presente y tener un futuro alentador.
Poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia aún era una democracia muy joven y, aunque veinte años de autodeterminación pueden parecer pocos para conseguir una identidad, los fineses no iban a permitirse perderla y por ello iban a dar hasta sus vidas.
La joven Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ante el miedo del afán expansionista de Hitler, quería afianzar su posición en Europa. Las buenas relaciones entre Alemania y Finlandia durante la Guerra Civil Finlandesa y la poca distancia que separaba la costa finlandesa de Leningrado –tan sólo 32 kilómetros– provocaron que la URSS comenzase unas negociaciones diplomáticas con Finlandia para poder construir una defensa unida contra Alemania, que sutilmente exigía la cesión de su territorio.
El tajante rechazo de Finlandia fue seguido de fuertes presiones soviéticas. El tira y afloja se mantuvo durante año y medio, hasta que en octubre de 1939, cuando la URSS y Alemania ya se habían repartido Polonia según el Pacto Ribbentrop-Mólotov, los soviéticos lanzaron un ultimátum a Finlandia. En él se exigía a Finlandia que replegase su frontera 25 km al norte para poder proteger a Leningrado, así como la cesión de todas las islas finlandesas en el Golfo de Finlandia y la península de Hanko.
Finlandia sabía que la URSS podía ser un enemigo demasiado poderoso y estuvo dispuesta a aceptar todas las exigencias soviéticas menos la cesión de la península de Hanko, ya que la proximidad de Helsinki podría hacer peligrar la independencia que tanto tiempo les había costado conseguir. Este rechazo parcial no sentó bien en las altas esferas soviéticas, por lo que el 13 de noviembre de 1939 se rompieron todas las negociaciones.
El 30 de noviembre de aquel mismo año, sin una previa declaración de guerra, las tropas soviéticas invadieron el territorio finlandés atravesando con treinta divisiones los 1.200 kilómetros de frontera compartida con tanques e infantería superando en tres el número de tropas finlandesas. Simultáneamente, las baterías de costa comenzaron los disparos sobre Helsinki apoyadas por ataques aéreos. Fue así como dio comienzo a la cruenta Guerra de Invierno.
Pese a la aparente supremacía soviética –que de hecho esperaba una victoria rápida y limpia– la resistencia finlandesa, con el mariscal Carl Gustaf Emil Mannerheim al mando, resistió fuerte y duramente. Esta situación hizo perder a la URSS credibilidad internacional, los continuos bombardeos para forzar la anexión no estaban bien vistos, por lo que el comisario soviético de asuntos exteriores, Viacheslav Mólotov, intentó maquillar la situación proclamando en una rueda de prensa que la URSS no estaba bombardeando Finlandia, sino que estaba repartiendo comida para combatir la hambruna. Fue así como los fineses comenzaron a llamar a las bombas rusas –RRAB-3– cestas de pan Molotov.
Los finlandeses no tardaron en responder: Si Molotov ponía la comida, ellos pondrían la bebida. Fue así como los soldados finlandeses del frente empezaron a llamar Cóctel Molotov a las botellas cargadas de petróleo, alquitrán, queroseno y clorato de potasio con las que la infantería atacaba a los tanques rusos. Lo que podría haber quedado en una anécdota, al comprobar su efectividad contra los tanques rusos, se convirtió en un arma clave en la Guerra de Invierno, durante la que los finlandeses llegaron a producir más de 450.000 Cócteles Molotov.
Pese a la férrea resistencia, la Unión Soviética continuó mandando ofensivas hasta que el 29 de Febrero de 1940, tres meses después del comienzo de la guerra, el gobierno finlandés se mostró dispuesto a entablar negociaciones de paz con la URSS, adelantándose al apoyo que el Reino Unido y Francia ya habían prometido a través del norte de Noruega.
Nota: La Guerra de Invierno no fue el primer lugar donde se registró el uso del Cóctel Molotov, ya que está registrado su uso esporádico durante la Guerra de Independencia Irlandesa y algo más elaborado por las tropas nacionalistas durante la Guerra Civil Española en su primer asalto a Madrid contra tanques soviéticos. Aun así, los finlandeses fueron capaces de mejorar su composición, mejorando su capacidad explosiva e incendiaria.
Fuente: http://recuerdosdepandora.com