El personaje que conoceremos en esta burbuja es un verdadero héroe de toda la humanidad. Simon Wiesenthal, empeñó gran parte de su vida en la localización y detención de muchos criminales nazis que huyeron una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, y gracias a su eficaz intervención, junto a su colaboradores, lograron ubicar y llevar a los tribunales a más de 1.000 genocidas.
Simon nació el 31 de diciembre de 1908 en Buczacz, ciudad de la actual Ucrania, pero que en aquel año formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, por tanto nació bajo la corona de los Habsburgo. Simon pronto quedó huérfano y tuvo que crecer bajo el influjo hebreo. Se trasladó aLvov (Polonia) donde existía su famosa Universidad que sin embargo mantenía algo llamado “cupos” de masificación hebrea en las aulas. Por tanto el joven Simon tuvo que viajar a Praga para iniciar sus estudios de Arquitectura.
Conoció a una bella muchacha, llamada Cyla Mueller, una espléndida mujer de ojos azules y cabello rubio, y con ella se casó. Esto acontecía en 1932, cuando los ideales nacional-socialistas comenzaban a inundar el continente europeo, y Hitler llegaba al poder en Alemania. Los nazis, al igual que los comunistas soviéticos pensaban que los judíos tenían buena parte de culpa de la gravísima crisis económica, de los desafueros y de las revoluciones que asolaban las calles de Europa. Pensaban que los judíos estaban detrás de un “gran complot” para asumir el poder de todo el planeta Tierra.
Pero aunque ahora nos parezca asombroso, esta idea caló en buena parte de la población alemana, y muchos pensaron que los judíos eran el mal que se cernía sobre Europa y que había que suprimirlos como fuera. Simon fue una víctima más de este asunto.
Llegado el año 1939, se desató el desastre para Polonia. En los acuerdos entre los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania y la Unión Soviética, se preparó el Pacto de Acero y el reparto territorial de Polonia. Precisamente el padrastro y el hermanastro de Simon Wiesenthal fueron asesinados por la Policía Secreta Soviética. Se sabe que padeció la pérdida de 89 familiares a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. Por desgracia no era un caso único. No existe una familia de judíos que no tenga algún muerto en la lista de los campos de exterminio.
Simon Wiesenthal fue capturado en 1941. Su mujer pudo escapar milagrosamente gracias a su apariencia física (parecía aria). Su peripecia por los campos del “horror” es inenarrable. Visitó 12 Santuarios de la Muerte, campos de exterminio, y contempló como sus amigos iban falleciendo. El mismo, por temor a las torturas, intentó suicidarse.
Pero Simon empezó a fijarse en sus guardianes, a memorizar los rostros. No tenía otra cosa mejor que hacer, así que también empezó a memorizar nombres, y se prometió a sí mismo recordarlos “ad eternum”. En el año 1945 concluía la contienda. Cuando fue liberado, apenas llegaba a los 50 kg de peso, demacrado, humillado, espantado por lo que había visto durante 4 años de cautiverio, Simon era poco más que un cadáver andante.
Sin embargo, él había guardado su carta de triunfo, y se dedicó a escribir en papel todo lo que su memoria le dictaba. La lista se hizo larga, muy larga, y aparecieron muchos nombres. Simon y una buena parte de sus amigos se dedicaron por completo a recabar documentación, a reunir testimonios, había que castigar a los culpables de semejante barbarie.
En 1947 se creó el primer Centro de Documentación para la Investigación del Holocausto. Pero de forma incomprensible se topan con las reticencias de los norteamericanos y soviéticos. Simon no comprendía semejante paradoja, los vencedores del conflicto no parecían interesados en castigar a los asesinos de tanta gente inocente. Lo que Simon ignoraba era que había muchos científicos alemanes que ahora trabajaban para ellos.
La lucha se tornó desanimante. Los Gobiernos parecen querer cerrar el camino de su laboriosa investigación. Pero en 1954, Simon Wiesenthal recibe unos datos, un testimonio que llega desde Buenos Aires. Alguien ha creído ver y “oler” a un tal Adolf Eichmann. Un superviviente del Holocausto recordaba perfectamente el rostro, y lo más curioso, el olor de este criminal nazi que había diseñado La Solución Final para acabar con el pueblo judío. Se había cruzado con él en una calle de Buenos Aires.
Wiesenthal recupera toda la esperanza casi perdida por los fracasos y empieza a investigar. Pone en antecedentes al Mossad israelí, ni aún allí encuentra respuesta inmediata. Tuvo que seguir aportando información sobre Eichmann a lo largo de 6 años, hasta que comenzaron a darle crédito a su versión.
Finalmente el 25 de mayo de 1960, el Mossad se decide a actuar enviando una delegación a Buenos Aires con motivo de la fiesta conmemorativa del aniversario del primer gobierno patrio en la Argentina, en la cual viajan infiltrados agentes secretos, que luego de confirmar la identidad de Adolf Eichmann, terminan capturándolo y enviándolo a Israel. Allí fue sometido a juicio, condenado a muerte y ejecutado en 1962.
A partir de este acontecimiento, la labor de Simon cobró prestigio, y el apoyo de la comunidad judía mundial fue unánime. Los aportes económicos lograron que su Centro de Investigación cobrara una enorme dimensión y los resultados empezaron a ser fructuosos.
Gracias a su accionar comienzan a ser capturados más y más criminales nazis, en Argentina, en Chile, en Brasil, en Estados Unidos y en Europa. En 1963 llega otro gran golpe, la captura de Karl Silberbauer, nada menos que el oficial de la Gestapo que capturó a la familia de Anna Frank. Luego, la detención del jefe del Campo de Treblinka, que fue detenido y también condenado. Y así fueron cayendo hasta un total de 1.100 criminales nazis.
En los años 70, se creó el Simon Wiesenthal Center, con sede en 4 ciudades: Toronto, Los Angeles, Buenos Aires y París. Hasta 400.000 miembros tiene este Centro de Investigación. En 1982 los neonazis pusieron una bomba en su casa, en un intento de acabar con su vida.
En 2003, ya muy envejecido, y muy triste por la reciente muerte de su mujer, convocó a los medios para decir que su trabajo había terminado.
El 20 de septiembre de 2005, a los 96 años de edad, Simon se fue a descansar, sin lugar a dudas, en paz.
Fuente consultada: Juan antonio Cebrian
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